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Saturday, April 26, 2008

La Polaca

A propósito de "Una pequeña historia" (http://enlabusquedadeavalon.blogspot.com/)




Parió en esa pocilga maloliente
sin más ayuda
de una vieja sirvienta
que hacía los quehaceres
domésticos en aquel lupanar
de Pilcomayo y Almirante Brown.

Las demás pupilas
seguían en su tarea
atendiendo a la profusa clientela
en los salones de la planta baja,
con la mente puesta
en el cuartucho del segundo piso,
donde la Polaca,
entre el dolor
y las contracciones,
veía en una película entrecortada
las mesetas de Silesia
de donde partió,
tal vez engañada,
a puertos lejanos.

Carne humana que cumplía
la urgente nececidad
de complacer el apetito
de seres llegados, también,
en soledad.

Ya, en la madrugada,
nació una niña muerta
y una cierta resignación
corrió por los pasillos descascarados.
Al fin de cuentas,
con un bebé a cuestas,
sin hablar casi el idioma,
ambos hubieran terminado
muriéndose de hambre.

Friday, April 18, 2008

Amor y certeza

Hice el intento de preguntar
pero me detuve
a tiempo,
temiendo el
tenor de la respuesta.
Cuando se ama
no hay certezas absolutas
y la duda es
como una fría llovizna
que nos va empapando
sin prisa y sin pausa.
Siempre intuí que ella
tenía esa réplica
a flor de labio
pero elegí el camino
más largo y sinuoso.
Total - me dije -
las cartas están abiertas
y las apuestas colocadas,
sobre el paño verde
de una ilusión perdida.

Thursday, April 10, 2008

Cenizas

Desandando el camino
por las cornisas
que el destino
me había enseñado,
volví a las fuentes
para hacer el intento
de encontrar aquel
mundo casi olvidado.
Todo había cambiado.
Los rostros no eran aquellos
de las sonrisas cantarinas
ni las miradas tan límpidas
como entonces.
Las luces apagadas
y el rencor a flor de piel
asomaron entre las cenizas
de lo que fué una gran fogata.
Di media vuelta, y con el alma
cargada de piedras me fui
para siempre.

Thursday, April 03, 2008

El secreto

En el hotel de montaña,
arrinconado en la niebla
de un otoño impreciso,
me reveló el secreto
que llevaba escondido
bajo interminables sesiones
de terapia desde la
muerte de su padre.
Lo guardé durante treinta años
y esta tarde, velando su
cuerpo frio, entre el verdor
de los pinos
y los rosales florecidos,
me dije que era el tiempo
de abrir las compuertas
y deslizar, aguas abajo,
ese torrente contenido.