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Sunday, July 29, 2007

El testamento

Al momento de imponerme
ser el portador de la carta
que mostraba, claramente,
para ser entregada en mano,
un escalofrío me recorrió
de piés a cabeza.

Cuando fuimos novios
en el colegio secundario
nadie me hubiera asegurado
que, treinta años después,
sería yo, el albacea
testamentario de su padre.

Sentados en semicírculo,
junto a mi despacho,
de izquierda a derecha
me miraban, inquisidoramente,
la viuda, el hijo mayor
(un solterón empedernido),
ella y su cónyuge,
el incompetente administrador
de los fundos familiares.

Cumplidas las normas de estilo,
inicié la lectura del testamento
dictado tres años antes.
Repartidas las propiedades,
acciones y fondos de inversión,
quedaba por ejecutar
el último mandato.

Cerca de los cincuenta
perseveraba en ella
esa inquietante belleza
que me tuvo,
como bola sin manija,
en aquellos tiempos
estudiantiles.

La piel tersa,
gracias a una que otra
cirugía,
despedía un suave aroma
a Dolce & Gabbanna.
Las manos anilladas,
apretadas con firmeza
descansaban sobre la
falda de tweed.

- Debo advertiles,
a cada uno de ustedes que,
además del legado, queda un
trámite pendiente - aclaré
con voz imperativa de
abogado en funciones.
Un temor sobrevoló en
las miradas con un leve toque
de sorpresa.

- Me han encomendado entregarle
este sobre en manos propias
cuyo contenido, debe ser de su único
y exclusivo conocimiento -
afirmé.
Lo tomó con un temblor apenas
discreto, a la par que un espejo
de sudor le iluminaba el labio
superior.

Al otro día,
mientras desayunaba en la
terraza del Alvear, leí
en la primera plana
de los diarios capitalinos,
que el marido de la susodicha
se había levantado la tapa de
los sesos, con un preciso disparo
de revólver.

Sunday, July 22, 2007

Las cuádrigas del destino.

Tengo el sabor inequívoco
de la amargura
que me traspasa el corazón
de punta a punta,
sin darme cuenta que es,
simplemente, el dolor
de la soledad.

Sentado en un rincón
de la ámplia sala,
custodiado por los candelabros
de plata y las alfombras persas,
aquellas heredadas de mi abuela,
quise repasar el diario de mi vida
y encontré la hojas absolutamente
en blanco.

En ese momento, cuando las
cuádrigas del destino
avanzaron sin perder aliento,
sentí el aviso claro y preciso
que la hilacha de mi historia
se había perdido para siempre
en la polvareda del desierto.

Acudí, desesperadamente,
a escarbar en el rescoldo de
las etapas recorridas, pero
solo encontré cenizas frias
que habitaban en los
pastos húmedos.

Como las alternativas
eran muy pocas,
terminé de acomodar
la escasa ropa en la pequeña
maleta, la cerré cuidadosamente
y ,conteniendo un llanto molesto
que nacìa a borbotones,
atravesé el jardín
rumbo al puerto.

Sunday, July 15, 2007

Proposición

En el último escalón
del pórtico,
con las manos
en los bolsillos de la falda
y recostada en una de las
columnas,
me observó incrédula
cuando le pregunté de sopetón,
si quería casarse conmigo.

- Atrevido - me contestó
sonrojada hasta las orejas -
por hacer semejante proposición
si, muy bien lo sabes,
me caso mañana y tú eres
uno de mis testigos -

- Justamento por eso - respondí -
No quisera jurar en vano.

Sunday, July 08, 2007

La esquela

Abrió el tintero
casi con miedo,
temeroso que la tinta
salpicara las ideas
que, cual difusas tremolinas,
habitaban en el maremágnum
de su conciencia.

Mojó la pluma
con mano vacilante
y empezó a redactar
la esquela en papel
de fino gramaje.

Los blancos cortinados
del ventanal florido
se mecían con
la brisa de la mañana.

Un rayo de sol
caía, displicente, sobre
el escribiente,
como musa inspiradora.

Firmó el escrito,
lo dobló cuidadosamente
depositándolo en sobre
de tonos marfilados.

Estampó el nombre
del destinatario
y lo guardó en el bolsillo
interior de la chaqueta.

Tomó el sombrero,
mirose, al pasar, en el
ámplio espejo de pared,
empuñó el bastón de palo santo
y se fue,
dejanto un hálito fantasmal
en el largo corredor de salida.

Sunday, July 01, 2007

La noche de San Juan

La noche de San Juan,
en medio del jolgorio
las copas y la parranda,
se nos ocurrió entrar
a ese boliche que,
además de los tragos,
ofrecían lecturas del Tarot,
borras de café
y las líneas de las manos.

Ella insistió que le adivinaran
el futuro,
pero no decidía con cual
de las pruebas arriesgarse.

Le sugerí que hacerlas todas
aseguraba un equilibrio perfecto,
entre lo real y lo imaginario.

Me miró largamente,
pensó un instante
y resolvió beberse un mojito
en lugar de preguntar
a los augures.
- ¿ Por qué ? - requerí,
curioso.

Sonrió con un dejo de ironía
y me respondió, riendo:
- Tengo miedo intentarlo
y que me mientan diciéndome
lo mucho que me amas.