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Sunday, June 24, 2007

El cañaveral

Pasando el cañaveral
al costado del camino viejo
se encontraron,
una mañana de octubre,
el dueño del ingenio
montado a caballo
y el tractorista
que venía de a pié.

En uno de los escalones
de la historia pueblerina
arrancaba el encono
entre aquellos hombres
con fama de pendencieros.

Las lenguas viperinas,
amoladas todos los días
en las puertas del mercado
relataban que Salvador
- el patrón -
saltando el cerco
en el rancho de José,
- el del tractor -
y sin pedir permiso,
había desflorado
a las hermana de quince años.

La niña en cuestión
nunca denunció el episodio
y cuando el embarazo
se hizo notorio,
siguió tan impasible
como entonces.
El niño vivió unas horas
y el angelito fue sepultado
con los gastos pagos
por el sospechado, según decían.

A pesar del silencio
todo el mundo sabía que,
en algún momento,
las cuentas iban a quedar
saldadas.

Cuando el zaino regresó
sin el jinete
a las puertas del caserón
de blancos pilares,
alguien comentó que Salvador
cayose del caballo
cuando una cascabel
apareció de sorpresa.

Sunday, June 17, 2007

El linyera

El semblante abotagado por el alcohol,
la naríz rota en alguna disputa callejera
y la miseria concentrada
en toda su geografía,
asienta su humanidad
en mitad de vereda,
a escasos metros de mi trabajo.

En un carro de supermercado
guarda sus pertenencias
perfectamente ordenadas
como tesoro bien custodiado.

Se sienta en el vano
de una puerta ciega
sobre varias frazadas
descoloridas por el uso
y, en este crudo invierno
parece no sentir la humedad
que castiga el ambiente.

Colgada del cuello
una antigua radio portátil
y un libro apoyado en un costado,
delatan la chispa de esa hoguera
que dejó encendida
en algún ignoto recodo.

No pide limosnas y,
cuando paso apurando el paso
todas las mañanas,
me observa con ojos tristísimos
como para señalarme,
con conocimiento de causa,
que los límites entre sus
manos hinchadas, temblorosas
y mis zapatos recién lustrados,
no son nada más
ni nada menos
que un simple golpe de timón.

Sunday, June 10, 2007

Los hijos del viento o los desaparecidos del 76

Suelo pensar que eres el hijo
que acudes en busca de ese
extraño temblor imaginado
en el dolor de la distancia.


Como el aliento sobre la frente,
o las sombras exprimidas de la tarde,
o los cuentos de hadas,
o el murmullo de la llovizna
o una mata de pelo oscuro.

¿Cómo son los hijos del viento
señor de los siglos?

¿Serán como la tierra
de esa patria extinguida?

¿Serán como la luz
de los faroles blancos, o
la fuerza de la montaña?

En la vereda de ese rostro
quiero encontrar la definición,
casi perfecta,
mientras una sensación
de frío y llanto me hace tiritar
sobre la grupa
de un corcel azabache.

Sunday, June 03, 2007

La consulta

Por imperio de la estirpe,
la bautizaron con los nombre
de las dos abuelas.


Creció mecida en cuna de oro
y no sufrió el estío inclemente de enero
ni las heladas implacables
en las madrugadas de julio.

Fue una niña modelo
en aplicación y conducta.

No conoció el monopatín de madera,
pero sí, la bicicleta con cambios
que la hacía sobresalir a ojos vista
de los demás niños,
que con enojosa destreza
le regalábamos los cuernitos
de la mala suerte.

Cuando cumplió los quince
trepamos a la muralla lindera
para envidiar esa demostración
de buen gusto y elegancia parisina.

Los años fueron pasando
igual que en la vida y en los cuentos.

Un día cualquiera,
al llegar a mi consulta,
ví su nombre anotado
para el primer turno de la mañana.

Cuando entró al despacho
la reconocí al instante:
los mismo ojos verdes,
el pelo rubio trigo
y una divina figura
que me hizo suspirar
muy hondo.

Claro, ella no pudo hacer
lo mismo conmigo.
Con el bastón blanco,
tanteando los muebles
y, muy cuidadosamente,
se acercó a la silla
con la mirada perdida
en un vacío infinito.